Artículo publicado en el boletín Soledad de la Hdad. de Santiago de Castilleja de la Cuesta. 2010.
Actualmente es fácil ver una representación de Cristo crucificado en cualquier lugar del mundo, y no nos parecería extraño verlo en otros lugares fuera de nuestras fronteras, pero la iconografía de Jesús en la cruz tal como la concebimos actualmente no aparecería hasta bien entrado el s. XI. Sus primeras representaciones en bulto redondo son mezcla del arte bizantino y visigótico, tienen como característica la forma antinatural de la forma humana, con claras tendencias a la abstracción. Jesús se muestra mirando al espectador, hierático, con una actitud juzgante, sin mostrar ninguna señal de sufrimiento, subrayando de esta manera el arrepentimiento humano y la redención de nuestros pecados. Aparece suspendido de la cruz y no colgado, en pocas palabras; mayestático.
Con la llegada del gótico, aparece la naturalidad y los sentimientos, en contra de las tendencias románicas que se caracterizaban por un esquematismo antinatural e inexpresivo. Las figuras abandonan el distanciamiento y la majestad, para mostrarse más cercana y más humana. Se observan ciertos estudios del natural, como los pliegues de los paños y un leve estudio de la anatomía humana. Es en este momento cuando Cristo aparece realmente muerto, enclavado en la cruz, con los signos inequívocos de la Pasión.
Ya en el s. XV y XVI se advierten influencias provenientes de Italia. Si bien es cierto que en el primer tercio del siglo XVI en España aún se realizaban imágenes con grandes influencias gótico-mudéjares, no será hasta bien entrada la mitad de la centuria cuando contemplemos por primera vez en la península imágenes de crucificados con las novedades provenientes del renacimiento italiano. Es en estos momentos cuando se observan cierto modelado en los cuerpos y alargamiento del canon, por el contrario aún los rostros se aprecian rasgos identificativos con el gótico, el sentimiento trágico tan propio del pueblo hispano prevalecía sobre la armonía de las proporciones de las nuevas manifestaciones artísticas.
El último tercio del s. XVI supone el triunfo del arte renacentista y más concretamente del manierismo italiano. Los crucificados muestran características inspiradas en el florentino Miguel Ángel y se observan curvaturas sinuosas, más expresividad y un fuerte estudio anatómico. El renacimiento da paso a un Cristo aún más cercano al pueblo y sienta las bases del barroco español.
Es en este periodo donde podemos situar al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz. La imagen nos presenta un iconografía de Cristo enclavado en la Cruz, muerto, con los signos marcados de la pasión y semidesnudo, únicamente tapado por un sudario atado a la cintura, tal y como nos lo describen los textos evangélicos. Mide 140 cm de alto con la cruz incluida y está realizado en madera de ciprés policromada.
La imagen está clavada sobre una cruz recta y totalmente plana, sujeto por tres clavos de hierro. La figura inclina la cabeza hacia abajo y a la derecha, el torso se gira hacia la izquierda al igual que las piernas que flexionan y tornan hacia la izquierda. Superpone la pierna derecha sobre la izquierda, describiendo la figura una S. La cabellera oscura de Cristo posee dos mechones de pelo hacia los lados que caen sobre los hombros ensangrentados.
Cristo posee un sudario blanco anudado a la izquierda y por la parte derecha queda caído hacia abajo. Corona la cruz un letrero que dice INRI (Iesvs Nazarenvs Rex Ivdaeorvm) Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos. En el Evangelio de Juan (19:19–20) la inscripción es explicada: “Pilatos redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.» Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.
No conocemos al autor ni la fecha de ejecución, pero sí es cierto que en 1591 ya se habla en un inventario de la parroquia de Santiago de esta imagen y así sucesivamente es citado en varios inventarios de la Hermandad de la Soledad . También sabemos –gracias a los descubrimientos que ha realizado N.H.D. Juan Prieto Gordillo- que la imagen poseía peluca y que más tarde sería retirada para colocarle el pelo de estopa y telas encoladas que luce hoy en día. Aunque esta imagen es de tamaño reducido podemos ver similitudes con la imagen del Cristo de Burgos de la Hermandad homónima de la capital hispalense.
El Cristo de Burgos fue realizado por Juan Bautista Vázquez “el Viejo” en 1573, concebido con pelo natural al igual que la imagen del crucificado de Santiago, pero si observamos atentamente ambas imágenes podemos ver semejanzas aún mayores. Sabemos que ambos cristos fueron realizados a finales del s.XVI, y que en esa época comenzaron a entrar influencias renacentistas con ciertos modelados anatómicos en los cuerpos pero por el contrario, en los rostros se aprecian rasgos identificativos con el gótico, exactamente como ocurren en ambas imágenes.
Si estamos atentos a las facciones de ambas tallas, observaremos como la nariz recta se une a las cejas por una línea curva de perfecta armonía. Casualmente a ambos le fueron sustituidas las cabelleras naturales por una de estopa y tela. Es curioso que las dos tallas arcaizantes describan tres curvas envolventes a lo largo de su cuerpo y podemos ver en ambas la suavidad en el modelado del cuerpo.
Pero podemos ir aún más allá. Las curvas que describe la talla del Crucificado de Castilleja son aún más sinuosas y envolventes que las del Crucificado de Burgos, podemos decir con exactitud que está más influenciado por el estilismo entrante manierista –recordemos que la imagen del Cristo de la Expiración de la Hermandad del Museo, obra manierista por antonomasia, ya estaba en Sevilla en las fechas en la que se ejecutó nuestro crucificado- y que son muy similares a las de un Crucificado que realizara el insigne y divino Miguel Ángel Buonarroti. De Italia vienen las influencias renacentistas como los gustos por la “manera” de imitar al “Divino”. El crucificado del que os hablo es el único que realizara en madera el artista florentino -no se muestra aún como obra verdadera pero sí atribuida- para el convento del Santo Spirito entre 1492-1493 para el abad de dicho convento. Mide 134´5 cm de altura, un tamaño muy similar al de nuestra talla, y si observamos las curvas que describe la obra de Miguel Ángel podemos ver parecidos exactos con la imagen de nuestro Cristo de la Vera+Cruz. Es posible que el autor del crucificado de Castilleja se hubiera influenciado por las nuevas estilísticas manieristas que comenzaron a entrar en Sevilla allá por el último tercio del s. XVI y se viera reflejadas en su obra.
Es difícil determinar sin análisis científicos la autoría y datación exacta de una imagen, pero creo que he ayudado con este pequeño estudio estilístico y morfológico a reencontrarnos con una pieza valiosísima y que os ayudará a profundizar en el estudio y conocimiento del Cristo de la Vera+Cruz. También espero haber acercado a los hermanos el interés por una de las grandes obras desconocidas en nuestra Parroquia y que en un momento de la historia, fue Titular de nuestra propia Hermandad.
[1] PRIETO GORDILLO, J: La Hermandad de la Plaza de Castilleja de la Cuesta (1370-2000), 1999, pág. 262
[1] SANCHEZ HERRERO. J y otros: Crucificados de Sevilla. Ed. Tartessos. Sevilla. 2002 pág. 152
[1] BARTZ GABRIEL y otros: Miguel ángel Buonarroti 1475-1564. Ed. Köneman. Barcelona. 2000 pág. 18
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